Desarrollo mental de los niños de 2-3 años
Según la periodización adoptada en la psicología rusa, se considera infancia preescolar el periodo comprendido entre los 3 y los 7 años de edad. Está precedida por el período de la infancia (hasta 1 año) y la primera infancia (de 1 a 3 años).
Las neoformaciones mentales más importantes de la primera infancia son la aparición del habla y el pensamiento visual-accional. Una prueba de la transición de la infancia a la primera niñez es el desarrollo de una nueva actitud hacia el objeto, que empieza a percibirse como una cosa que tiene una finalidad y un modo de uso determinados. El dominio de las acciones del objeto tiene lugar en 3 etapas.
Etapa I. Como resultado de la enseñanza directa o de la imitación de las acciones del adulto, un objeto se vincula a su finalidad.
Etapa II. Dominio de la carga funcional del objeto, utilizándolo estrictamente para su finalidad.
Etapa III. A partir del conocimiento de la finalidad del objeto se produce un uso más libre del mismo, su utilización para otros fines.
Para que la actividad objetal tenga un carácter desarrollador, es necesario que el niño domine una variedad de acciones con un mismo objeto. Por lo tanto, el entorno de desarrollo objetal que rodea al niño no debe estar sobrecargado con un gran número de juguetes.
El dominio satisfactorio de la actividad objetal es la base del desarrollo del juego y de la actividad productiva (dibujar, modelar, construir).
En este periodo de la vida, el niño tiene una formación intensiva del habla activa, que se desarrolla en el proceso de actividad conjunta con un adulto. Otro aspecto es la comprensión del habla del adulto. Los profesores y los padres tienen que estimular las afirmaciones del niño, animarle a hablar de sus deseos. Hay un famoso cuento psicológico sobre un niño que hablaba a los 5 años. Los padres no hacían más que derribarlo, llevándolo a médicos y videntes, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Y un día, cuando toda la familia se sentó a cenar, el niño dijo claramente: «¡No tengo nada que comer!» Hubo una conmoción en la casa, mamá se desmayó, papá no se acordaba de la felicidad. Cuando pasó la euforia, se le preguntó al niño por qué había estado callado todo este tiempo. El niño respondió razonablemente: «¿Por qué tenía que hablar? Tú ya lo has dicho todo por mí…».
Con el desarrollo de la escucha y la comprensión de mensajes más allá de la situación inmediata, se produce el uso del habla como medio de cognición de la realidad, como forma de regular el comportamiento del niño y la actividad por parte del adulto.
La percepción de un niño de esta edad es involuntaria, sólo puede identificar en el objeto sus rasgos pronunciados, que a menudo son secundarios. El desarrollo de la percepción se produce sobre la base de la acción orientada hacia el exterior (en forma, tamaño, color) en relación directa y comparación de objetos. La tarea del adulto consiste en nombrar correctamente los signos y acciones de un objeto. Los niños de esta edad son los juguetes de autoaprendizaje más útiles: muñecas matrioskas, forros, pirámides, etc. Hay que introducir al niño en el espectro cromático, las normas de las formas (figuras geométricas básicas). Un bebé de 2 a 3 años es capaz de distinguir entre
– 5 formas (círculo, cuadrado, triángulo, rectángulo, óvalo);
– 8 colores (rojo, amarillo, azul, verde, blanco, negro, morado, naranja).
La principal forma de conocimiento del mundo que rodea al niño es el método de ensayo y error, por lo que los niños son muy aficionados a desmontar juguetes.
La habilidad más importante, formada a la edad de 3 años, es la capacidad de fijar un objetivo en juegos y comportamientos.
Como la atención, la percepción y la memoria del niño son involuntarias, no puede dejar de hacer algo inmediatamente ni realizar varias acciones a la vez. Sólo puede reconocer y recordar lo que le ha gustado o ha recordado «por sí mismo».
A esta edad, los niños son muy sensibles al estado emocional de los demás. Son muy susceptibles al llamado «efecto contagio»: si uno empieza a galopar alegremente por el grupo, al menos tres «caballos» más estarán a su alrededor. La manifestación activa de emociones tanto negativas como positivas depende de la comodidad física o de su ausencia (una bufanda puede «picar» y unas mallas pueden «mojarse»).
Una de las condiciones para la confianza y tranquilidad del niño es la sistematicidad, ritmicidad y repetitividad de su vida, es decir, una clara adhesión al régimen.
Las principales características de un niño de 2-3 años son la franqueza, la honestidad y la sinceridad. Simplemente no sabe ocultar sus simpatías o antipatías hacia alguien o algo. Los sentimientos del niño son inestables y contradictorios, y su estado de ánimo está sujeto a frecuentes cambios.
La crisis de los 3 años
A los tres años, el deseo de autonomía e independencia de los adultos aumenta drásticamente y el comportamiento del niño cambia en consecuencia. Este periodo, uno de los más difíciles en la vida de un niño, se denomina crisis de los tres años.
Las principales manifestaciones son:
- Negativismo (el niño se niega rotundamente a hacer lo que se le pide o hace lo contrario de lo que se le dice. En este caso, reacciona negativamente no a la acción en sí, sino a la exigencia o petición de un determinado adulto).
- Obstinación y cabezonería (el niño insiste obstinadamente en algo, incluso en lo que no desea tanto o hace tiempo que no quiere. Su obstinación no se dirige contra un adulto en particular, sino contra el sistema de relaciones establecido en la primera infancia. Está insatisfecho con todo lo que se le ofrece o lo que hacen los demás).
- Voluntarismo (el niño quiere hacerlo todo por sí mismo, aspira a la independencia en todo. Esta aspiración a menudo no se corresponde con las capacidades del niño y provoca conflictos adicionales con los adultos).
- Desvalorización (devalúa lo que antes le resultaba familiar, interesante, querido: antiguas normas de comportamiento, antiguos apegos a las cosas).
- Protesta-rebelión y despotismo (se manifiesta en peleas frecuentes con los padres. El niño se esfuerza por dictar su voluntad a todo el mundo, está como en estado de guerra con los demás. Si hay varios niños en la familia, suele haber celos, es decir, una actitud intolerante hacia los demás niños).
Todos estos síntomas indican que la actitud del niño hacia los demás y hacia sí mismo está cambiando, y que necesita un cambio en la actitud de los adultos. No hay que asustarse por la agudeza de la crisis, las manifestaciones brillantes de crisis indican que el niño ha formado las condiciones previas para un mayor desarrollo: hay una separación del adulto, empieza a distinguirse como persona separada, a mostrar independencia.
Los signos de crisis pueden empezar a aparecer en distintos momentos y con distinta intensidad. En el comportamiento de algunos niños aparecen ya al año y medio de edad, en otros la «confrontación voluntaria» con los padres se retrasa hasta los cuatro años. No obstante, todos los niños pasan por una crisis de una forma u otra.
A esta edad, el bebé todavía no puede controlarse a sí mismo, su comportamiento es sobre todo involuntario. Es muy emocional, pero sus emociones son inconstantes, es fácil distraerle, pasar de un estado emocional a otro. El habla del niño se está desarrollando activamente.
A esta edad es importante para el niño:
- Se mueva mucho, porque a través del movimiento desarrolla y aprende su cuerpo, además de dominar el espacio que le rodea.
- Domine los movimientos finos de los dedos mediante juegos con objetos pequeños, porque el desarrollo de la motricidad fina en los niños está directamente relacionado con el desarrollo del cerebro y del habla.
- Dominar el habla tanto como sea posible, porque ayuda en el desarrollo del contacto del niño con el mundo y en el desarrollo de su pensamiento. El vocabulario del niño crece rápidamente a esta edad, y el número de palabras habladas es siempre inferior al número de palabras comprendidas.
- Jugar, porque es en el juego donde empiezan a desarrollarse activamente importantes funciones mentales: educación, imaginación, pensamiento, memoria. A través del juego, el bebé aprende el mundo que le rodea, aprende las leyes de la interacción.
- Continúa estableciendo relaciones con los adultos. Un niño de esta edad es muy dependiente de sus padres, está emocionalmente en sintonía con ellos, necesita apoyo, participación, cuidados y seguridad. Espera de un adulto la participación directa en todos sus asuntos y la solución conjunta de casi cualquier tarea que se le plantee. El compañero todavía no es de especial interés para el niño, los niños juegan «cerca, pero no juntos».
- Recibe ayuda de un adulto en el momento en que no consigue algo, porque el niño de 2-3 años puede reaccionar ante los fracasos de forma muy afectiva: enfadado, llorando, diciendo palabrotas, tirando cosas.
- Tener tiempo suficiente para elegir algo. Todos sus deseos tienen la misma fuerza: a esta edad no hay motivos coherentes y al niño le resulta difícil decidir qué elegir en ese momento. Lo quiere todo a la vez.
- Lo que está ocurriendo ahora mismo. El niño reacciona emocionalmente sólo ante lo que percibe directamente. No es capaz de enfadarse por el hecho de que le esperen problemas en el futuro ni de alegrarse por adelantado por algo que no se le dará pronto.
Desarrollo mental de los niños de 3-4 años
El desarrollo de la autoconciencia y la asignación de la imagen del «yo» estimulan el desarrollo de la personalidad y la individualidad. El niño empieza a darse cuenta claramente de quién es y cómo es. El mundo interior del niño empieza a llenarse de contradicciones, lucha por la independencia y al mismo tiempo no puede hacer frente a la tarea sin la ayuda de un adulto. El niño quiere a sus familiares, son muy significativos para él, pero no puede evitar enfadarse con ellos por las restricciones de libertad. En relación con los demás, el niño se forma su propia posición interna, que se caracteriza por la conciencia de su comportamiento y el interés por el mundo de los adultos.
La actividad e infatigabilidad de los niños de esta edad se manifiesta en una constante disposición para la actividad. El niño ya es capaz de sentirse orgulloso del éxito de sus acciones, de evaluar críticamente los resultados de su trabajo. Se forma la capacidad de fijar objetivos: puede presentar más claramente el resultado, compararlo con una muestra, destacar las diferencias.
A esta edad, el niño percibe el objeto sin intentar examinarlo. Su percepción adquiere la capacidad de reflejar más plenamente la realidad circundante.
A los cuatro años comienza a formarse un pensamiento visual y figurativo basado en la acción visual. En otras palabras, se produce un desprendimiento gradual de las acciones del niño de un objeto específico, transfiriendo la situación a «como si».
Al igual que en la primera infancia, en los 3-4 años prevalece la imaginación recreativa, es decir, el niño sólo es capaz de recrear imágenes extraídas de cuentos de hadas e historias de un adulto. La experiencia y los conocimientos del niño, su punto de vista, desempeñan un papel importante en el desarrollo de la imaginación. Para los niños de esta edad se caracteriza por una mezcla de elementos de distintas fuentes, reales y de cuentos de hadas. En el bebé surgen imágenes fantásticas, emocionalmente saturadas y reales para él.
La memoria de un preescolar de 3-4 años es involuntaria, caracterizada por la imaginería. Predomina el reconocimiento, no la memorización. Recuerda bien sólo lo que estaba directamente relacionado con su actividad, era interesante y estaba coloreado emocionalmente. No obstante, lo que se recuerda se retiene durante mucho tiempo.
El niño no es capaz de mantener la atención durante mucho tiempo en un mismo tema, pasa rápidamente de una actividad a otra.
Emocionalmente, persisten las mismas tendencias que en la etapa anterior. Son característicos los cambios bruscos de humor. El estado emocional sigue dependiendo del confort físico. Las relaciones con los compañeros y los adultos empiezan a influir en el estado de ánimo, por lo que las características que el niño atribuye a otras personas son muy subjetivas. Y sin embargo, el preescolar emocionalmente sano lleva inherente el optimismo.
En 3-4 años, los niños comienzan a interiorizar las reglas de las relaciones en un grupo de iguales, y luego indirectamente controlados por los adultos.
A esta edad, el niño se separa de los adultos, intenta establecer nuevas relaciones más profundas con ellos. Esto se manifiesta en el deseo de hacerlo todo a su manera, de rechazar casi todo lo que le proponen los padres. El niño reacciona negativamente no a la acción en sí, que se niega a realizar, sino a la demanda o petición de un adulto. En este caso, el niño puede obedecer a uno de los padres y en todo contradecir al otro.
Existe una necesidad imperiosa de comunicarse no sólo con los miembros de la familia, sino también con sus iguales. El niño aprende las reglas de interacción a través de las reacciones contrarias de adultos y niños a sus acciones.
En el juego con sus iguales, el niño aprende a sentir y proteger sus límites personales y a percibir su presencia en otras personas. El niño tiene que aprender a tener en cuenta los deseos y sentimientos de los compañeros de juego, pues de lo contrario corre el riesgo de quedarse solo y aburrido.
El niño aprende activamente a hablar, inventando palabras inexistentes, dando a palabras aún desconocidas su propio significado personal especial.
Desarrollo mental de los niños de 4 a 5 años
El mayor uso del habla como medio de comunicación estimula la expansión de los horizontes del niño, su descubrimiento de nuevas facetas del mundo que le rodea. Ahora el niño empieza a interesarse no sólo por cualquier fenómeno en sí mismo, sino por las causas y consecuencias de su aparición. Por lo tanto, la pregunta principal para un niño de 4 años se convierte en la pregunta «¿por qué?».
El niño se desarrolla, se hace más resistente físicamente. Esto estimula el desarrollo de la resistencia psicológica. La fatiga disminuye, el fondo anímico se nivela, se vuelve más estable, menos propenso a los vaivenes.
A esta edad, el compañero se vuelve más significativo e interesante. El niño se esfuerza por asociarse en los juegos, ya no le interesa jugar «al lado del otro». Empiezan a surgir preferencias de género. Las asociaciones de juego se vuelven más o menos estables.
El desarrollo activo de la necesidad de nuevos conocimientos, impresiones y sensaciones, que se manifiesta en la curiosidad y la curiosidad del niño, le permite ir más allá de lo que siente directamente. En otras palabras, el niño puede visualizar a través de la descripción verbal lo que nunca ha visto antes. Un gran paso adelante es el desarrollo de la capacidad de hacer inferencias, lo que evidencia el distanciamiento del pensamiento de la situación inmediata.
Se mantiene la dependencia de la atención de la intensidad emocional y el interés por ellas. Pero se desarrolla la estabilidad y la posibilidad de cambio arbitrario.
La sensibilidad al malestar físico disminuye.
La fantasía sigue desarrollándose activamente, en cuyo proceso el niño se incluye a sí mismo y a sus seres queridos en la cadena de los acontecimientos más increíbles. El uso competente por parte de los adultos de estas oportunidades del niño contribuirá a su desarrollo moral y cognitivo. Es necesario discutir con el niño sus fantasías, incluirse en ellas, ofrecer giros del argumento, dar valoraciones morales de las acciones de los personajes.
Hay que prestar atención al hecho de que a la edad de 4-5 años las deficiencias de la educación infantil empiezan a arraigar gradualmente y se convierten en rasgos negativos y estables del carácter.
El niño busca la independencia: es importante que haga muchas cosas por sí mismo. Ya es más capaz de cuidar de sí mismo y necesita menos la tutela de los adultos.
A esta edad, el niño empieza a comprender los sentimientos de los demás, a empatizar. Empiezan a formarse conceptos éticos básicos, que el niño no percibe a través de lo que dicen los adultos, sino en función de cómo actúan.
Desarrollo mental de los niños de 5-6 años
El creciente interés del niño de 5 años se dirige a la esfera de las relaciones entre las personas. Las valoraciones de los adultos se analizan críticamente y se comparan con las suyas propias. Bajo la influencia de estas valoraciones, las ideas del niño sobre el yo-real y el yo-ideal se diferencian con mayor claridad.
En este periodo de la vida, la personita ha acumulado un bagaje de conocimientos bastante grande, que sigue reponiendo intensamente. El niño se esfuerza por compartir sus conocimientos e impresiones con sus compañeros, lo que contribuye a la aparición de la motivación cognitiva en la comunicación. Por otra parte, la amplitud de miras del niño puede ser un factor que influya positivamente en su éxito entre iguales.
La esfera cognitiva de la personalidad del preescolar sigue desarrollándose. El desarrollo de la arbitrariedad y las cualidades volitivas permiten al niño superar con determinación ciertas dificultades propias del preescolar. También se desarrolla la subordinación de los motivos (por ejemplo, el niño puede rechazar el juego ruidoso durante el descanso de los adultos).
Surge el interés por las matemáticas y la lectura. Basándose en la capacidad de representar algo, el niño puede resolver problemas geométricos sencillos, recordar algo de forma intencionada.
Además de la función comunicativa, se desarrolla la función planificadora del habla, es decir, el preescolar aprende a construir de forma coherente y lógica sus acciones, a contarlas. Se desarrollan la autoinstrucción y la planificación, lo que ayuda al niño a organizar por adelantado su atención en la actividad que va a realizar. El preescolar mayor es capaz de distinguir toda la gama de emociones humanas, desarrolla sentimientos y actitudes estables. Se forman los «sentimientos superiores»: intelectuales (curiosidad, curiosidad, sentido del humor, sorpresa), morales (sentido del orgullo, vergüenza, amistad), estéticos (sentido de la belleza, heroísmo).
En el contexto de la dependencia emocional de las evaluaciones de los adultos, el niño desarrolla una demanda de reconocimiento, expresada en el deseo de recibir aprobación y elogios, de confirmar su importancia.
Muy a menudo, a esta edad los niños presentan el rasgo de la mentira, es decir, la distorsión intencionada de la verdad. El desarrollo de este rasgo contribuye a la violación de las relaciones niño-padre, cuando un adulto cercano excesivo rigor o actitud negativa bloquea el desarrollo de la autopercepción positiva del niño, la confianza en sus capacidades. Y con el fin de no perder la confianza de un adulto, ya menudo para protegerse de los ajustes, el niño comienza a inventar excusas por sus errores, para echar la culpa a los demás.
El desarrollo moral del niño en edad preescolar depende en gran medida del grado de participación de un adulto, ya que es en la comunicación con un niño adulto aprende, comprende e interpreta las normas y reglas morales. Es necesario formar en el niño un hábito de comportamiento moral. Esto se facilita creando situaciones problemáticas e incluyendo a los niños en ellas en el proceso de la vida cotidiana.
El niño suele llamar la atención sobre sí mismo porque necesita un testigo de su autoexpresión. A veces, para él la atención negativa es más importante que la falta de atención, por lo que el niño puede provocar que un adulto llame la atención con acciones «malas».
Desarrollo mental de los niños de 6-7 años
Los niños mayores en edad preescolar ya han desarrollado un nivel bastante alto de competencia en diversas actividades y relaciones. Esta competencia se manifiesta en la capacidad de tomar sus propias decisiones basándose en los conocimientos, habilidades y capacidades disponibles.
El niño ha desarrollado una actitud positiva estable hacia sí mismo, confianza en sus capacidades. Es capaz de mostrar emotividad e independencia a la hora de resolver tareas sociales y cotidianas.
A la hora de organizar juegos conjuntos, se pone de acuerdo, es capaz de tener en cuenta los intereses de los demás y, en cierta medida, de contener sus impulsos emocionales.
El desarrollo de la arbitrariedad y el inicio volitivo se manifiesta en la capacidad de seguir las instrucciones del adulto, atenerse a las reglas del juego. El niño se esfuerza por cumplir cualitativamente cualquier tarea, compararla con una muestra y rehacerla si algo no ha salido bien.
Los intentos de elaborar de forma independiente explicaciones para diversos fenómenos indican una nueva etapa en el desarrollo de las capacidades cognitivas. El niño se interesa activamente por la literatura cognitiva, las imágenes simbólicas, los esquemas gráficos, hace intentos de utilizarlos de forma independiente.
La edad preescolar superior se caracteriza por el predominio de los motivos socialmente importantes sobre los personales. Se produce una resolución gradual de la contradicción entre el egocentrismo y la orientación colectivista de la personalidad a favor de la descentración. En el proceso de asimilación de las normas y reglas morales, se forma una actitud activa hacia la propia vida, se desarrollan la empatía y la simpatía.
La autoestima de un niño en edad preescolar superior es suficientemente adecuada, su sobrevaloración es más característica que la infravaloración. El niño evalúa más objetivamente el resultado de la actividad que el comportamiento.
A la edad de 6-7 años, se desarrolla el pensamiento visual y figurativo con elementos de pensamiento abstracto. Sin embargo, el niño todavía tiene dificultades para comparar varios atributos de objetos a la vez, para identificar lo más significativo en objetos y fenómenos, para transferir las habilidades aprendidas de la actividad de pensamiento a la solución de nuevos problemas.
En el preescolar mayor, la imaginación necesita apoyarse en el objeto en menor medida que en etapas anteriores del desarrollo. Se convierte en actividad interna, que se manifiesta en la creatividad verbal (contar, bromear, poemas), en la creación de dibujos, el modelado, etc.
Se produce una transición gradual del juego como actividad principal al aprendizaje.
Dr. Andrey Ignatkin